El virus de la leucemia felina
El virus de la leucemia felina (FeLV) es un retrovirus muy contagioso capaz de causar la muerte a nuestro gato. ¿Sabes cuáles son sus síntomas, modos de contagio y cómo tratar la enfermedad en caso de que tu animal la tenga? Te explicamos más abajo.
¿Qué es?
La leucemia felina es una enfermedad que produce alteraciones en las células del sistema inmune, provocando inmunosupresión. Las destruye o daña, dejando a nuestro animal expuesto a diversas enfermedades secundarias, como linfomas, anemia, cáncer…
Es más común encontrar casos de esta enfermedad en gatos de vida salvaje, pero también puede afectar a felinos que no tengan acceso al exterior (aunque es mucho menos común).
Lamentablemente, un alto porcentaje de los que se infectan con el retrovirus (entre un 80% y 90%) mueren aproximadamente entre los 6 meses y 3 años de haber sido diagnosticados. Sin embargo y gracias a la vacunación, los afectados por esta enfermedad han disminuido considerablemente.
¿Cómo se transmite?
Normalmente, el contagio se produce mediante el contacto directo con la saliva (es donde se encuentra la mayor concentración de virus), orina o heces de un gato infectado: mediante el acicalamiento, en un arenero, comederos y bebederos… Aunque también puede tener lugar mediante una mordedura, durante la gestación o mediante el consumo de leche materna infectada.
El virus, cuando llega por vía bucal o nasal, se extiende a través del torrente sanguíneo por todo el cuerpo y en la etapa inicial de la infección (aproximadamente entre las 4 y 12 semanas) será el momento en que el felino podrá eliminar el virus antes de que llegue a la médula ósea. Y es que tal y como indica AVEPA (Asociación de Veterinarios Españoles Especialistas en Pequeños animales) “no todos los gatos que se exponen al virus de la leucemia llegan a estar infectados de forma persistente”. Esto sucede generalmente porque la carga viral con la que se han encontrado no ha sido suficientemente elevada. En caso contrario y de que se extienda hasta este punto, la infección será para el resto de su vida.
¿Cómo se diagnostica?
Es recomendable realizar las pruebas de FeLV al nuevo miembro de la familia independientemente de su procedencia (sobre todo si en nuestro hogar hay más felinos) para así, evitar infecciones. Igual de importante es asegurarse del estado de salud de sus nuevos “hermanos gatunos” para proteger al nuevo integrante.
También es relevante que realices la prueba a tu gato si éste tiene contacto con el exterior y sospechas que se relaciona con otros de su especie, especialmente si en alguna ocasión localizas alguna herida “de guerra”. No obstante, es importante esperar unos días para que la prueba sea suficientemente fiable.
Dependiendo del momento que nos encontremos con nuestro felino, podremos hacer el diagnóstico de la enfermedad de una manera u otra (habla con tu veterinario/a de confianza si necesitas información más específica). Nosotros te hablaremos del test ELISA.
Éste, que debe hacerse a partir de los 30 días del posible contagio, consiste en encontrar la presencia de la enfermedad en sangre. Dependiendo del resultado, AVEPA recomienda actuar de la siguiente manera:
En el caso de que salga negativo, la probabilidad de que el resultado sea éste es alta.
Si en cambio, el test resulta positivo en un gato sano, deberá hacerse otro test para confirmar el resultado.
Y si el resultado es positivo, pero por el contrario negativo en un test de confirmación, se volverá a analizar al felino a las 12 semanas para comprobar el estado de la infección.
Síntomas
El tutor que conviva con un gato infectado con FeLV, podrá observar síntomas muy diversos debido a la inmunosupresión, que serán recurrentes. Entre ellos:
Fiebre
Letargia
Pérdida de peso y apetito
Infecciones
Además, también son frecuentes la debilidad, signos respiratorios… entre otras enfermedades que pueden producirse al mismo tiempo, como linfoma o tumores.
Prevención y tratamiento
La mejor manera de prevención de la leucemia felina es sobre todo, conocer el estado de salud de los gatos que van a formar parte del mismo núcleo de convivencia. Realizar test para separar a los gatos positivos de los negativos, evitará posibles contagios.
Por otro lado, la vacunación es otro buen método de prevención. Aunque no protege por completo de una posible infección, si lo hace de la permanencia del virus en sangre, de manera que evita contagios. Pero una vez infectado con la enfermedad de manera permanente, no hay cura para ella. El tratamiento se centra en mejorar su calidad de vida calmando los síntomas que puedan presentarse y tratando las enfermedades secundarias asociadas.
Referencias: www.avepa.org